PUBLICADO EL ORIGINAL EN EL DEBATE DE HOY (20 ABRIL 2021). VERSION ACTUALIZADA
No. Y no lo son por dos razones. La primera, porque falta cultura de transparencia interna. La segunda, porque no hay una presión desde fuera para que realmente nuestros partidos transparenten la información. Acatan la ley de transparencia a grandes rasgos, pero se quedan en el mínimo cumplimiento. Siempre desde una posición reactiva.
Hace unos años, se instaló en nuestro país el discurso de la regeneración, la reforma y la lucha contra la corrupción. Hoy esta corriente se ha volatizado en los relatos y discursos. Si a eso añadimos un deterioro de nuestras instituciones, estado de alarma presente, Justicia politizada, designaciones polémicas en órganos de control, opacidad en decisiones administrativas y una polarización que rompe los esquemas del buen gobierno que deben practicar nuestros gobernantes e instituciones, la conclusión es que la transparencia no vive buenos tiempos.
La transparencia es un síntoma. Nuestras Administraciones públicas, a diferencia de los partidos, han avanzado desde la aprobación de la ley de transparencia de 2013. En cambio, los partidos cumplen con ella pero sin creérselo del todo. Desde la sociedad civil, diferentes organizaciones evaluaban la transparencia activa, es decir, lo que tienen que publicar los partidos, pero llevan más de dos años que no se publican estos rankings. Si a esto unimos que los dos principales órganos garantes o controladores de las formaciones políticas, el Consejo de Transparencia y el Tribunal de Cuentas, no tienen suficientes medios para controlar su transparencia y sus cuentas, los partidos se han relajado.
Los partidos tienen menos presión de los órganos que deben controlarlos: el Consejo de Transparencia y el Tribunal de Cuentas
Queda la prensa. Los medios de comunicación, en función de coyunturas e intereses varios, realizan una labor de vigilancia centrada en la actividad política y en las manifestaciones que hacen los políticos principales de los partidos respecto a temas de actualidad o de interés. A modo de verificadores, comprueban si dicen o no dicen completamente la verdad.
Que nuestro sistema político constitucional le da un enorme poder a los partidos en muchísimos ámbitos de decisión de la vida social y económica es una realidad. A cambio, estos no han terminado de implantar controles eficaces que luchen contra la corrupción o sistemas de integridad completos o un proceso de rendición de cuentas de sus dirigentes. Cierto que hay libertad para autoorganizarse, pero los controles internos se muestran poco eficaces y la responsabilidad de los dirigentes y mandamases, casi inexistente.
El panorama actual es desalentador. Empezando por Podemos, su actual política de transparencia ha saltado por los aires por desidias y por neuronas. Ciudadanos, antaño voluntarioso regenerador, hoy no tiene como prioridad ni la regeneración ni ser un partido avanzado en estos temas.. El PSOE, con Odón Elorza como activista visible, reconoce en ocasiones que falta mucho por hacer en la casa socialista. Y el PP… ahora vamos con los populares.
Del cambiar la sede a la celebración de una convención nacional hasta el actual proceso de primarias claramente mejorable, el PP de la era Feijoo tiene un gran reto: impulsar un Partido Popular abierto, empezando por lo orgánico y, siguiendo, por lo que tiene que proponer en sus políticas de gestión.
Si el PP quiere exigir transparencia, debe ser transparente y crear esta cultura en la organización. El PP que viene debe demostrar ante los propios y los ajenos que quiere y es capaz de generar espacios e información de apertura ante la sociedad civil, órganos de control internos eficaces y sólidos, trasladando a la ciudadanía que se lo cree y apuesta decididamente por ser un partido político transparente sin cortapisas, sin excusas, superando el pasado.
Y este es el primer paso, ser transparente internamente para poder exigirlo en su actividad política diaria, en el Parlamento y en su labor de oposición. El segundo paso es generar y homogeneizar este ser transparente en su labor de gobierno de ayuntamientos y comunidades autónomas. Solo si genera esta corriente, acompañada de medidas políticas que animen a fortalecer nuestra sociedad como sociedad abierta liberal, fortalecerá su proyecto político para activar España.
El centro derecha liberal tiene una gran oportunidad tras la etapa de Pablo Casado. El gran error de éste fue que se le votó para cambiar formas y no solo personas. Al final, sin cambiar las formas se dedico a elegir solo personas con «malas» formas.
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